miércoles, 22 de diciembre de 2010

Las músicas del alma

Llegan de ninguna parte. De lo más lejano dentro de uno mismo. Abrigan sensaciones de frío y soledad, o abren la puerta para mostrar al mundo tu alegría. Y hacen que puedas expresar hasta lo más doloroso de la forma más fácil.

Músicas que llegan a tu cabeza y rondan durante días mientras inconscientemente vas dándoles forma, seguramente desvirtuándolas, pero es que son imposibles de tocar sin pulir.

A veces compones y te acercas mucho hasta esa música salvaje que un día empezó a surgir de alguna parte, pero rara vez te das cuenta de cuándo lo consigues. Lo consigues cuando llegas a tocar el alma de quien la escucha, pero no es fácil saberlo, poca gente deja entrever sus sensaciones.

Y normalmente cuando alguien te lo dice o te lo agradece tú no te lo crees. Por que para ti no vale. Porque tú tienes esa música en tu mente de otra forma y bajo tu propio punto de vista nunca llegas a aproximarte a esa perfección deseada.

Dicen que la búsqueda de la perfección es la base de la creación y de la evolución de las cosas.
Pero esa búsqueda resulta muy angustiosa, muy frustrante por momentos.
La tienes ahí, perfectamente clara en tu cabeza, resuena una y otra vez. Pero tus dedos y sobre todo tu razón no responden a lo deseado.

Porque es la razón la que siempre busca la norma, y en la norma todo se diluye y lo especial se desvanece.

Ahí es donde reside la genialidad. Genios son aquellos capaces de retar a la norma, aquellos que se escapan, los que la burlan. Y esa huída es la que les hace quedarse más cerca de lo salvaje y lo verdadero.

Aunque quizás somos todos lo demás los que huimos. Huimos hacia la norma, porque nos da seguridad y comodidad, porque somos cobardes para quedarnos en el estado natural de nuestra música y nuestras sensaciones.

Por eso algunos sufrimos de una terrible envidia sana cuando vemos a ciertos músicos, guitarristas en mi caso, que además de virtuosos por su dedicación, consiguen niveles de creatividad y de frescura casi insultantes.

Pero es curioso como, aún sabiendo que nunca vas a llegar a eso, el simple hecho de escucharlo te libera y hace volar tu imaginación y te da pié para seguir la búsqueda. Y te levantas de tu sillón y coges la guitarra e intentas entonar cosillas.

Pensaba en todas estas cosas escuchando "Cuerdas del alma", el nuevo disco de Juan Manuel Cañizares, en mi opinión uno de los mejores guitarristas que la música nos ha regalado.

Valentía es la palabra, por eso es quien es. Valentía para enfrentarse a la norma y no dejarse engatusar por ella. Y sin perder ni un ápice de la raíz, pero haciendo ver que las raíces crecen con el tiempo y que van invadiendo nuevas tierras fértiles en las que alimentarse.

Por todo ello, por abrir caminos, por compartir tu verdad y demostrarnos la ausencia de límites, es un placer escucharte Cañi.

Gracias maestro.

He dicho.



Juan Manuel Cañizares



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