jueves, 18 de agosto de 2011

Moraíto Chico, el arte de tener arte.





Hace exactamente un año, Paco de Lucía daba un concierto en Jerez, después de prácticamente treinta años sin tocar en esa ciudad, cuna del flamenco.
Durante ese concierto, Paco lanzaba un saludo emotivo a “uno de los mejores guitarristas de la historia del flamenco, Moraíto Chico”, saludo aplaudido a rabiar por el público que abarrotaba la plaza de toros.
Pues bien, hace una semana Moraíto Chico nos dejaba, como consecuencia de un cáncer, a los 55 años.
No quisiera convertir este blog en una necrológica, pero últimamente se nos están yendo muchos y es inevitable.
Manuel Moreno Junquera es ya una leyenda del flamenco, de hecho, ya lo era en vida.
Su toque es el máximo exponente del toque jerezano, del soniquete, y ha sido muy probablemente el mejor acompañante de cante de la historia.
El Morao no era un virtuoso, pero era un genio. Sus notas entraban como si nada en ese sitio escondido del compás que otros no llegamos a descubrir nunca.
Su forma de tocar era lo que para mi debe ser la base principal en el flamenco y la música en general, el arte de la simpleza, el arte de hacer lo justo en el momento indicado, sin florituras, directo y con la verdad por delante, arañándote el alma con seis filos.
Son incontables los “oles” arrancados por Moraíto, tantos como sus síncopas y sus idas y venidas dentro del compás de la bulería jerezana.
Moraíto era un artista que nunca se vendió, que hizo de todo y siempre con un inmenso respeto a la raíz que le hizo nacer y a la raíz que con el tiempo él mismo fue alimentando.
“Eres más puro que el viento que corre por Santiago y tus manos son la herencia del pueblecito gitano”.
Sus manos eran herencia y herencia nos dejaron.
El legado que deja el Morao es incalculable. Todos los guitarristas hemos pasado tarde o temprano por su música y su forma de hacer las cosas, y supongo que todos los que hemos aprendido y tocado en Jerez lo llevamos con nosotros de alguna manera.
Dentro de su propia familia hay grandes herederos, como su hijo Diego del Morao o su jovencísimo sobrino Fernando del Morao, que en su forma de tocar me recuerda más que nadie a su tío.
Pero todo lo que ha dejado va mucho más allá. El flamenco nunca se entenderá sin su toque, estará siempre presente en todos los que hemos “mamao” en Jerez.
Pero además de todo esto el Morao era buen tipo, humilde y de mente abierta, pero a la vez con las ideas muy claras respecto a ese arte que le acompañaba. Y eso no es fácil. Es un arte saber tener arte.
Será muy extraño pasar por el Arco de Santiago sin verlo con sus gafas de sol y su copita de oloroso.
El flamenco jerezano ha perdido parte de su alma, pero afortunadamente es un alma inmortal.
En nuestras propias manos está la continuidad del legado del Morao. Aunque apenas sepamos tocar, como es mi caso, algo nos hemos llevado del toque de Moraíto, y es nuestro deber mostrarlo y divulgarlo, para intentar que otra gente lo conozca, lo aprecie e intente comprenderlo, y todo ello con el máximo respeto a su arte y su persona.
Espero que estas lineas sirvan para despertar la curiosidad de alguno, porque para quienes ya sabíamos quién era, estas líneas no pueden expresar lo que él y su arte significan.
Aquí os dejo un video bastante reciente de Moraíto por bulerías. A decir verdad, por bulerías se toca ASÍ.
Gracias Morao, por tus falsetas, tu soniquete, tu arte, dondequiera que estés, que será aquí con nosotros.
He dicho.