martes, 25 de octubre de 2011

Melodías ocultas.



Melodías. Pueden ser dulces, pueden ser desgarradoras, pueden ser incluso dulces y a la vez desgarradoras. Y ambas pueden atraparte de igual manera.

Las dulces suelen serlo por su aparente sencillez. Las desgarradoras por su sencillez evidente que desemboca en el desconcierto de su sorprendente simpleza.

Te atrapan. Las dulces porque esconden esa complicación mayúscula de hacer que lo difícil parezca fácil. Las desgarradoras por ser tajos encaminados a partirte en dos, y aún así nos gustan, por la curiosidad que nos despierta el hecho de que algo tan simple y directo nos pueda arañar el alma.

Y luego están aquellas que reúnen ambas cosas. Esas cuya simpleza aparente te araña el alma de forma que ni siquiera te das cuenta.

Y son esas las que te enganchan, porque son las que te proporcionan esos dos extremos de los que tu alma se alimenta, el uno para gozar, el otro para aprender.

Y hay músicas capaces de transmitir esas melodías ocultas de la vida, aquellas que son tan sencillas y al tiempo tan enrevesadas... el blues, el flamenco...

Y el humano, osado como pocos, intenta dominarlas, pero nunca alcanza ese dominio, y una y otra vez nuevas melodías rondan su cabeza, y todas ellas se le escapan....

Y aún así, el humano, persistente como pocos, sigue buscándolas eternamente, porque puede que el humano no sea más que el fruto de una sucesión de melodías entrecruzadas. A fin de cuentas es nuestra raíz la que buscamos, esa melodía que nos diga quienes somos.

Pero es equivocado, porque no somos una sola melodía, sino la mezcla de todas ellas en perfecta armonía.

Y para encajar la armonía de las innumerables melodías hacen falta silencios, los provocados por el vacío momentáneo del alma.

Aunque de toda la composición, yo prefiero quedarme con la síncopa, ese momento justo en que el alma se vacía y parece que la melodía muere, pero justo en el límite del tiempo renace de nuevo, para continuar firme hasta el final del compás.

Lamentablemente la síncopa es lo más difícil y poca gente la comprende, de ahí la dificultad de la bulería... y de la vida...




He dicho.

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